18/7/09

Carta al Tío Roig, fundador de la Mercadona


Estimado Sr. Roig, Amo y Señor de la Mercadona:

Somos dos amigos que, sin ser homosexuales ni cosa que se le parezca, pues tenemos los glúteos prietos para partir piñones y almendrucos, vivimos juntos, pero no revueltos, en una pequeña casa-ático del la zona norte de Valencia, ciudad que desde ahora demandamos que sea rebautizada con el nombre sonoro, formidable y perfecto de Mercadota, que huele que alimenta.
Regularmente, oséase, dos o tres veces por semana, acudimos al centro de la Mercadona más cercano al palomar que habitamos, con afán de comprar y comprar, al más no poder, tantas cosas de nuestro agrado que nos ofrece la grande marca Hacendado. ¡Como disfrutamos comprando bollos, panes, chapatas, bizcochos y toda clase de pan Hacendado! ¡Cómo nos gusta su batido de cacao, su pasta de macarrón, tiburón, fideo o espagueti! La única excepción la cometimos con las botellas de vino tinto que consumimos a una por noche. Comprábamos y compramos vino del Comportillo que es bueno el bueno y menos bueno el flojo, pero que, aun siendo débil de cuerpo, sabe a vino Comportillo porque así es y así se llama a la hora del almuerzo, de la cena y de la merienda, cuando lo mezclamos con los granos de esa granada tan lustrosa y buena que ustedes venden en la sección de fruta y verdura tan bien atendida por sus empleadas y empleados.
No obstante, la pasada semana se nos abocó al vacío de la mesa una botella del Comportillo del bueno, de la Crianza del 2000 y rompióse el casco en cuatro o doce partes, vaciándose de vino tinto rico rico, que se perdió. Creyéndolo una señal del cielo, pensamos que debíamos acudir de nuevo al centro de la Mercadona más cercano a la pequeñísima vivienda que habitamos y, vimos en el estante de vinos, una botella que llevaba por título Gran Viñedo, precedido del vocablo Tinto y subtitulado con la marca suya Hacendado. Costaba la ajustada suma de sesenta y cinco céntimos de euro.
Atendiendo a la marca, que como acabamos de decir y señalar, no era otra que la de Hacendado, la misma que nos surte de riquísimos vulcanitos, bombón cacao y horchata de chufa congelada rica rica, pensamos que había de ser un vino de calidad alta y sabrosa de grand gourmet y bocatto di cardinale. Tomando esta razón como justa y justificada, compramos no una, sino dos botellas de ese vino que se prometía de categoría y lo llevamos a la pequeña cocina de nuestro minúsculo hogar.
Dentro de nuestro diminuto (aunque suficiente hogar), gozamos de los productos hacendado y Bosque Verde. ¡Cuántas alegrías nos han reportado a lo largo de todo este tiempo en que gozamos de la Mercadona en el barrio! Por ello pensamos, en un día en que se nos calló una botella del Comportillo –no dijo ni “mu”-, que, en relación calidad-precio, es excelente, que, ya que no podíamos pedir una compensación económica a nuestro futuro suegro, por lo menos confiaríamos en su buen saber y beber... y compramos una de esas botellas de Tinto –Gran Viñedo Hacendado, que, según nosotros, no se merece el nombre de tinto, ni de Gran Viñedo, ni mucho menos el de Hacendado, pues esta marca nos produce un placer infinito en todos sus productos... si bien en este nos ha producido un gran rechazo... y no hablamos por nosotros solos, ya que intentamos darle media botella a un pobre de delate del IVAM (lo conocerá vd: tiene dos perros, uno blanco y otro negro). Él nos respondió que si no nos sabía mal, que le comprásemos Comportillo, que era de mejor calidad... aunque un poco más caro. Se lo compramos, pero tuvimos que volver a casa en Metro con una botella medio llena de tinto de mala calidad. Una octogenaria se nos rió en la cara, la muy canalla.
El problema no creo que radique en su buen hacer, sino en la malignidad del señor J. García Carrión, que se empeña en darnos caldos de escasa calidad, y usted ha picado. Esperamos que, en breve, zanje su relación comercial con semejante elemento.
Hemos realizado un experimento calentando durante tres horas el caldo en un mechero de Bundsen, quedando de sedimento unas bolillas blancas, en el medio un líquido oscuro e ínfimo y un residuo incoloro... No lo bebimos por miedo, pero pensamos que hay algún tipo de química en el producto que genera ese olor y sabor tan feo. No es por nada, pero la cosa es que un producto de esas características no merece ser llamado Tinto, ni Gran Viñedo y, mucho menos Hacendado. Si, por las causas que fueren, no puede romper sus relaciones con el señor Carrión, creemos que sus hijas estarán de acuerdo en casarse con nosotros, además de cambiarle el nombre al producto y denominarlo tal que así: Casi tinto envasado por García Carrión del cual Hacendado no se hace responsable.
Se habrá dado Usted perfectísima cuenta de que somos personas de gusto exquisito, de otro modo no cataríamos con soberano placer las colas de gambas cocidas y congeladas por esa marca de qualité denominada Hacendado que, bajo concepto alguno puede acoger al amparo de su égida dionisíaca un caldo tan poco bravío y gustoso como ese mal nombrado vino tinto Gran Viñedo –que vergüenza- Hacendado.
Gustamos de degustar con armoniosa salivación sus lentejas acompañadas de choricillo del bueno y hasta nos comemos sus sabrosas pizzas y pastas frescas de formas sinuosas y galopantes como el latido que el corazón de una persona graciosa, digna y decente como nosotros o como sus hermosas hijas, que prueba sin previo aviso un producto tan poco agradecido y, más bien, nocivo para las papilas y la salud, como ese supuesto líquido agranatado que llena las botellas de los estantes que deberían haberse destinado a vino del bueno, bonito y barato.
Si ese individuo llamado J. García Carrión quiere expandir la entropía universal en forma de buchito para el gaznate desprevenido, por favor, que lo haga a través del formato acartonado, ese que prefieren los indigentes que ya han perdido el paladar y la hombría del borracho de antaño. ¿Qué pensaría Diego de Velázquez si hubiera de plasmar en su lienzo un briago que se ha sometido a las malas mañas de un fruto rancio y aguanoso embotellado, en lugar de acartonado, por las ponzoñosas bodegas muy perjudiciales del susodicho J. García Carrión, apellido, el segundo, que rima con estafón o con sifón que es una bebida gaseosa que soluciona problemas gástricos y que, ni duda cabe, sabe mucho mejor que ese subproducto mal escanciado?
Futuro suegro y abuelo de nuestros nietos y nietas, sepa que apoyaremos su excelente decisión al desterrar de sus estantes, pasillos, almacenes y toros todo lote de Vino Tinto Gran Viñedo injustamente llamado Hacendado, que tanto daño provoca a las encías, la garganta, el estómago, el colon y el piloro. Dónde haya patrón no habrá de gobernar jamás marinero, aunque el patrón sea el padre político del marino mercante, etólogo y entendido en caldos de la vid y de la gallina blanca. Somos hombres de costumbres fijas, pero ajustadas al camino recto de la virtud culinaria. Entiéndanos, aunque no seamos de esos hombres rudos que entienden de las cosas de otros varones plumados.
Podemos contar con muchos defectos, pero si se diera cuenta de las cosas sencillas, pronto vería que, ante cualquier personajillo callejero, somos auténticas joyas.
La gente dice que no trabajamos mucho... pero, oiga, nuestros sueldos los trabajamos.... Cosa que no ocurre con su Tinto Gran Viñedo... Hacendado que no tiene parangón en cuanto a precio... ni calidad. Sabemos que el lema de Hacendado es “el mejor producto al mejor precio”. Sepa, señor Roig, usted que gana batallas incluso en los tribunales, en este caso ha derivado su trabajo en gente que no merece su puesto... porque han contratado los vinos de esos horrendos J. García Carrión, que no tienen suficiente con inundar el mundo con agua y un poco de tinte y bolitas blancas, sino que, encima, las amagan en buenas marcas como Hacendado... Imagínese pues, un producto Deliplus que provocase efectos nulos en el cuerpo o un Bosque Verde que no limpiase...
Vamos, que, cuando sus hijas se casen con nosotros, le propondremos, ya en la confianza de la familiaridad, que, algunas cosas las deberíamos probar primero en casa... al lado de la piscina o de los sanitarios. La cosa es que necesita que alguien pruebe por usted los alimentos de Hacendado. Más que nada para que no vuelva a suceder lo del Tinto Gran Viñedo Hacendado que no pasa los mínimos criterios de calidad que sus productos siempre nos ofrecen. Recordemos ahora, en estas fechas las trufas de la Mercadona... o las verduras... que da lo mismo, porque nosotros no es que comamos como si nos fuera la vianda en ello... que también, pero por lo menos reconocemos lo buenos que son los productos Hacendado u otros mejores, que también los hay, pero a otros precios.
Tendemos a simplificar las cosas, pero lo del Gran Viñedo Hacendado no es simple... es simplemente lo peor que nuestro pobre paladar ha degustado, sino que también ha constituido un antes y un después de esa cosa que alguien llamó vino en algún momento... si es que me duelen los riñones... y creo que son las bolitas blancas que vi después de analizar con mi mechero de bunseng. El murciélago no molesta, sólo es de menta.

Con Amor, Respeto y una carratonada de medias cortas.

Vicente y Un Amigo.

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